Por: Héctor León Mendoza
Claro que lo recuerdo:
Visitar Cuba es una experiencia impresionante: La Habana vieja y sus calles rodeadas por edificios de una gran belleza arquitectónica, como fieles testigos de la colonización española, los famosos paladares que declaran el transitorio paso de Raúl Castro como un Presidente y Jefe de Estado con más apertura que Fidel, además de un ostentoso capitolio –Sede del Poder central– como en cada uno de los Estados de la Unión Americana, que son vestigios del Yugo norteamericano en la vida institucional y política de Cuba.
Sin embargo, hablar de Cuba por desgracia es también hablar de un Régimen por demás antiguo para un contexto globalizado en donde conviven Latinoamérica y el Caribe, un ejemplo es el referéndum propuesto por el gobierno sobre la reforma a la constitución de Cuba a inicios de 2019 que consiguió nada menos que 87% de votos afirmativos. Donde la constitución aún continúa permitiendo la supremacía de partido político único, y que también sostiene que el país se guíe por las ideas de “Marx, Engels y Lenin”.
No había cubano en la Isla que no repasara con orgullo “el triunfo de la Revolución” o bien “la estancia de Ernest Hemingway” o la famosa “Crisis de los mísiles en contra de Estados Unidos”, incluso “el Hospital que ofreció Fidel a la Unión Soviética tras lo de Chernobyl”.
Héctor León M
Ahora bien, aquí surge una interrogante que es crucial para entender los hechos recientes, donde el presidente Díaz-Canel señala que las protestas buscan «fracturar la unidad del pueblo». Pero, ¿Qué tan unidos se sienten los cubanos al régimen en este momento? En principio, hablamos de una dictadura de 62 años aunado a los efectos de una pandemia que se ha extendido por más de un año y que para los países latinoamericanos ha venido a exhibir todo tipo de debilidades estructurales como el caso de los sistemas de salud e infraestructura hospitalaria, y quizás sea obvio que esto genere algo más que una terrible crisis en países como Cuba, incluso para México que aún no ha termina de superarlo.
En conjunto, considero que son varios los factores de análisis para entender el porqué de la magnitud de las protestas y desde luego como y porque ocurren justo ahora y no durante los años de la Era Castrista (bajo el poder de los hermanos Fidel y Raúl), aquí la respuesta inmediata sería: ¡es la pandemia estúpido! (parafraseando a Bill Clinton).
Luego entonces, cabría preguntarnos ¿Cómo fue la sucesión del poder de los hermanos Castro al Presidente Miguel Díaz-Canel?
En 2018, la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba eligió a Díaz-Canel como el primer presidente cubano después del largo mandato de los hermanos Castro. Hago hincapié que en los regímenes no democráticos, un cambio de liderazgo puede ser un factor altamente divisivo. Más en este caso donde el liderazgo había sido durante muchos años muy personalista. Mientras que para el régimen, la fluidez con que se produjo la sucesión de Fidel a Raúl fue un éxito. Pero el problema de la sucesión de Raúl parecía más complejo pues en este caso no había un “Raúl”, es decir, no había ningún lugarteniente o heredero. Además, la sucesión implicaba otro componente crítico, el cambio generacional.
En este contexto, Raúl Castro estaba consciente de lo que implicaba, por ello tuvo mucho esmero en construir de manera sistemática a un sucesor, Miguel Díaz-Canel quien nació en 1960, un año después del triunfo de la Revolución. Con título de ingeniero electrónico, sirvió tres años en las fuerzas armadas antes de emprender una discreta y protocolaria carrera ascendiendo poco a poco en el escalafón del aparato del Partido y del Estado: ocupó una misión internacionalista en Nicaragua, secretario provincial de la organización de la Juventud Comunista, miembro del Comité Central del Partido. En 2003 se convirtió en el miembro más joven de la historia del Partido Comunista; seis años más tarde, fue ministro de Educación Superior. Finalmente, en 2013 Raúl Castro lo nombró vice presidente, señalándole claramente como su sucesor.
A diferencia de los hermanos Castro, Díaz-Canel no es un general del ejército y en su currículum no consta el haber consumado algún hecho heroico, más bien se debe al cumplimiento del deber discretamente y silencioso. Tampoco es un gran orador, ni un líder carismático. Mucho menos es hijo de alguien importante dentro de la élite revolucionaria: sus padres eran personas comunes, su madre una maestra de escuela y su padre un obrero de fábrica. Entonces tenemos a un Presidente que no dispone de una plataforma o base de poder propia. Provocando desde el momento de la sucesión que algunos miembros del Partido Comunista lo subestimaran considerándolo como un burócrata gris que solo cumplía órdenes, como ocurrió en México tras la sucesión de Carlos Salinas y la fractura interna que sufrió el sistema político mexicano con la historia trágica que ya conocemos y que incitó a la primera alternancia política en el año 2000.
Guillermo O´Donell en su obra transiciones desde un gobierno autoritario señala que “en un régimen autoritario no hay transición sin una división interna”. El final del mandato de Raúl Castro como jefe de Estado de Cuba no produjo fricciones visibles en el aparato del partido, donde el voto a favor del heredero fue unánime. Incluso el traspaso del poder se produjo gradualmente, ya que Raúl sigue siendo el primer secretario del Partido Comunista, reapareciendo públicamente en estos días como parte de la élite gobernante.
Otro aspecto, es que han crecido dos generaciones de cubanos en ésta profunda y prolongada crisis económica existente desde el colapso de sus aliados, y que son los que hoy están en la treintena y los aún más jóvenes no hayan conocido los “buenos viejos tiempos” en los que la Unión Soviética favorecía y financiaba la construcción de un impresionante sistema social en lo que entonces se llamaba el “Tercer Mundo”, provocando en estos años, un fenómeno migratorio sumamente alto sobre una población de once millones de habitantes, y que en poco más de 25 años al menos 750,000 cubanos hayan sido admitidos en los Estados Unidos, sin contar los que emigraron a otros países.
Por último, tenemos el contexto internacional que ha jugado un papel decisivo en contra de Cuba debilitando aún más su endeble economía, por ejemplo durante la presidencia de Trump, Estados Unidos regresó a una retórica agresiva y de endurecimiento a sus políticas y sanciones, limitando el turismo norteamericano que había crecido a un ritmo de 44% anual desde que Barack Obama abrió la embajada y flexibilizo los viajes a Cuba; otro golpe internacional a la economía cubana fue la elección del líder derechista radical Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, y que puso fin al programa “Máis Médicos”, que generaba una renta anual estimada entre 300 y 500 millones de dólares para Cuba. Y luego está Venezuela, la nación más rica en petróleo de América del Sur que se convirtió en el aliado y socio comercial más importante de Cuba que celebró un importante acuerdo de trueque “médicos por petróleo” que proporcionaba a Cuba la mayor parte de su provisión de energía en unas condiciones extraordinariamente preferenciales. Sin embargo, a medida que la economía venezolana ha ido cayendo, el volumen de intercambios cubano-venezolanos se ha reducido a la mitad del que fue su nivel máximo hace unos años.
En resumen, el reciente estallido de la crisis en Cuba no se compone únicamente por el binomio: Pandemia-Bloqueo comercial,sino que este simplemente actuó como la chispa y el agente detonante, frente a un barril de pólvora representado por las carencias alimenticias, de medicamentos y energéticos cada vez más frecuentes, sin embargo podemos acertar en la definición de que existen toda una suma de factores que van desde aspectos de política interior como es el caso de la sucesión del poder de los hermanos Castro al presidente Díaz-Canel, y la fractura interior provocada por las notables diferencias de un perfil fallido en el currículo del nuevo dictador totalmente distinto a la formula Castrista y que ya no genera el mismo “respeto” hacia el interior de la cúpula partidista, otro factor relevante que tarde o temprano llegaría a cobrar facturas es el reloj generacional que hoy actúa como un catalizador que une a varias generaciones que van desde los más jóvenes hasta los más adultos y finalmente, un componente que por más que se trate de ocultar e ignorar, te hace vulnerable a padecer los problemas de una economía globalizada en una región de las que todos somos parte.
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